A lo largo de la historia los pensamientos, lo racional, y el conocimiento han sido foco de estudio, dándole una importancia y dedicando gran parte de nuestro tiempo a saber, pensar, y conocer, dejando en un segundo plano las emociones y los sentimientos. Las emociones son estados que aparecen en las personas desde el mismo momento que nacemos y nos acompañan a lo largo de nuestra vida formando parte de nosotros/as.
Por eso debemos aprender a vivir con ellas, a gestionarlas, a organizarlas, y controlarlas, pero, ¿quién nos lo enseña? ¿Cómo aprendemos a gestionarlas?
Desde siempre se nos ha dicho que no hay que mostrar los sentimientos, que las emociones hay que guardarlas porque muestran nuestra parte de debilidad y vulnerabilidad pero la realidad es que necesitamos identificarlas, expresarlas, y controlarlas. Necesitamos aprender a gestionar nuestras emociones para poder resolver nuestros conflictos, para poder relacionarnos con los demás de una forma positiva.
La gestión de las emociones, el saber qué nos pasa en cada momento y cómo puedo trabajar mi enfado, mi frustración, mis alegrías, es un trabajo complejo pero muy enriquecedor, porque es sinónimo de apertura y afectividad. Es importante que los profesionales de la intervención social tengan un buen manejo de las mismas. Nuestra profesión se basa en la relación con otros/as, y, en muchos casos, somos y seremos referentes de personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, de personas que han sufrido, y que no tienen las habilidades necesarias para el auto crecimiento.
El dolor, la tristeza, la frustración, y demás emociones son parte de la vida de muchas personas con las que trabajaremos, y debemos guiarles en la gestión de sus emociones. Debemos darles las herramientas necesarias para que puedan identificar cómo se encuentran y cómo gestionar lo que sienten de una forma sana y positiva. Es imperativo que los profesionales de la intervención social aprendamos a gestionar las emociones, para de esa forma poder relacionarnos mejor, poder llegar a las personas y conseguir ofrecerles los recursos necesarios para gestionar sus emociones. En ocasiones, podemos hacer uso de técnicas como la del refuerzo positivo para ser capaces de inculcar este conocimiento.
En Rodrigo Giorgeta, a lo largo de nuestra trayectoria en el campo de la intervención social, hemos tenido que aprender mucho sobre este asunto, hemos trabajado sobre nuestras propias emociones, hemos tenido que formarnos en la gestión de las mismas. Esto ha supuesto un trabajo personal importante, por conocernos mejor, pues el autoconocimiento nos ha permitido saber cómo desenvolvernos en las situaciones del día a día, y poder además gestionar las emociones que se generan en el trabajo, de una forma equilibrada evitando así el burnout (trastorno emocional, derivado del estrés laboral) común en los profesionales que nos dedicamos a este campo. Además hemos tenido que aprender a gestionarlas para poder guiar a otros/as, para poder ser referentes, no podemos pedir a los/as usuarios/as que sepan no enfadarse, que sean menos impulsivos, que tengan una mayor tolerancia a la frustración, o que no vivan con orgullo si nosotros no sabemos gestionar nuestras propias emociones.