Dentro de unos pocos días celebraremos el día del libro. El 23 de abril fue la fecha escogida por la Unesco en 1995 dado que ese mismo día pero en 1616 fallecieron Shakespeare, Cervantes e Inca Garcilaso de la Vega, tres de los mejores escritores de la literatura universal.
Quizás este artículo debiera girar en torno a la idea de la importancia de la lectura y de cómo de estimulante puede llegar a ser un buen libro, o de cuántas áreas de nuestro cerebro se activan cuando abrimos uno. Pero este año es diferente. Este año conmemoramos el 400 aniversario del fallecimiento del mejor escritor de la literatura española, y a pesar de ello, es el gran desconocido y la gran asignatura pendiente de la educación.
Con un sistema educativo cambiante, y unos profesores obsesionados con cumplir con el curriculum y acabar con el temario, intentar transmitir el placer de la lectura de los clásicos resulta una ardua tarea. Cada año me doy cuenta de esos problemas en mis clases de lengua: alumnos que desconocen por completo el trabajo de los grandes escritores españoles; porque ¿de qué sirve saber quién es Cervantes si no se ha leído un solo fragmento de sus obras? Son muchas las personas que acabarán acercándose a la literatura a lo largo de su vida aunque no lo hayan hecho a una edad temprana. Mi preocupación está sobre todo en aquellas personas que nunca leerán la obra de Cervantes.
Esto me lleva de nuevo al tema de la educación. Todavía recuerdo aquellos libros que sí o sí había que leerse, hacer un resumen, un examen…Sin embargo me viene a la mente con cariño mi profesora de BUP (hoy bachiller) que nos introdujo en la lectura de un modo diferente. Nos hizo crear una biblioteca en el aula, a cada uno de los alumnos de clase nos asignó un libro (en mi caso fue Corazón tan blanco de Javier Marías) tanto de obras clásicas, como moderna intentado así recopilar la mayor cantidad de corrientes literarias que fuera posible en esa biblioteca de aula. Y fue así como descubrí con 15 años a Buero Vallejo conociendo la literatura que ya no era juvenil, porque mi profesora me puso en el aula una biblioteca para lectores, y no para estudiantes.
Quizás si todos los educadores y profesores trataran a sus alumnos como lectores, y no como estudiantes con unos objetivos académicos a lograr, quizás si nos centráramos más en desarrollar el placer de la lectura que en el hecho de evaluar sin un alumnos recuerda uno u otra escena…quizás si todo eso sucediera, muchos más habrían leído a Cervantes y comprenderían la importancia del 23 de abril.
Julia Mayans
Profesora de humanidades
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