En educación trabajamos el proceso de enseñanza – aprendizaje y dicho proceso no pasa sólo por transmitir conocimientos, si no enlazarlos con otros más sencillos que el alumno ya dispone en su repertorio intelectual, y conectarlos con la realidad a través de su utilidad y aplicación en situaciones de la vida diaria. Lo que el alumno aprenda debe de ser práctico para su desempeño profesional, ya que así sentirá que tiene sentido lógico aquello que esté aprendiendo y no le dará la sensación de pérdida de tiempo, si no de tiempo aprovechado.
Para iniciar este proceso debemos en primer lugar captar la atención del alumno para motivar su aprendizaje, y podemos “jugar” con los refuerzos para propiciar que dicha motivación se mantenga a lo largo de su formación.
Cuando hablamos de los refuerzos educartivos nos estamos refiriendo a las consecuencias positivas que se derivan tras la realización de una conducta para fomentar que en el futuro se vuelva a repetir. Se puede distinguir entre refuerzos positivos y refuerzos negativos (y no caigamos en la trampa de pensar que porque un refuerzo sea negativo no premia). Veamos la diferencia.
Si tras una conducta adecuada aplicamos un refuerzo positivo, debemos de dar algo bueno al alumno, por ejemplo le damos la enhorabuena, o ¡una bolsa de caramelos!; pero también podemos quitarle algo que no le gusta tras haber hecho algo correctamente y esto lo llamamos refuerzo negativo. Por ejemplo como ha hecho correctamente la tarea hoy puede no poner la mesa.
Disponemos un amplio repertorio de refuerzos con los que formar a una persona y lograr que su conducta sea adecuada. Desde los materiales (objetos atrayentes para la persona), hasta los sociales (palabras de aprobación), pasando por los basados en actividades o por los canjeables (donde la persona acumula puntos y los puede canjear por los nombrados anteriormente)
En clase y dependiendo del tipo de conducta utilizaremos unos refuerzos u otros para captar su atención y por tanto aumentar su motivación por el aprendizaje, pero también podemos guiar su conducta reforzando los logros intermedios que se van aproximando a la conducta adecuada.
Hoy en día, estamos acostumbrados también a utilizar el castigo (cuya aplicación provocará el efecto contrario de los refuerzos), ya que “parece” que es más efectivo.
Sin embargo, debemos de reforzar más los logros, y si tenemos que utilizar los castigos, será con la intención de provocar en el futuro la conducta apropiada, por lo que tras la aplicación de los mismos (también positivos y negativos) debemos explicar SIEMPRE cual es la conducta adecuada.
Debemos de reforzar el material con ejemplos atrayentes para el alumno, conectados con su realidad y con su futuro.
Desde nuestro paso por las escuelas infantiles, que es donde comienza nuestro proceso de enseñanza-aprendizaje debemos de aprender a conseguir el éxito tanto personal como profesional, ya que ambos campos están íntimamente conectados, y si falla uno fallará el otro.
Por tanto y desde mi punto de vista, podemos enseñar y modificar la conducta de nuestros alumnos, a través de los refuerzos, y no recurrir a lo “fácil” que es la aplicación del castigo.