Muchas personas debido a diversas enfermedades o afecciones pueden padecer distintos grados de inmovilidad. Podemos citar ejemplos que van desde pacientes con artrosis de la articulación de la rodilla, hasta pacientes con demencia en fase terminal, pasando por casos más temporales como algunos postoperatorios quirúrgicos, o incluso casos más raros como pacientes con graves alteraciones psíquicas, como pacientes esquizofrénicos.
Así pues, tanto en el ámbito sanitario como en el hogar, podemos encontrarnos con pacientes que llevan una vida demasiado sedentaria, o pacientes encamados por indicación médica o por falta de medios.
Una vez establecida la situación de inmovilidad, evoluciona de forma autónoma con consecuencias a diferentes niveles, desencadenándose una cascada de alteraciones que pueden llegar a afectar a muchos aparatos y sistemas del cuerpo humano. Entre estas alteraciones cabe destacar la atrofia y debilidad muscular por desuso, la osteoporosis, las contracturas y el dolor, ya que cualquier afectación ósea o muscular que provoque dolor va a determinar una restricción de la movilidad favoreciendo la aparición de respuestas anteriormente mencionadas. Por otra parte, también se verá afectado el aparato respiratorio y el cardiovascular, ya que las personas con discapacidad van a tener dificultades respiratorias a la hora de realizar cualquier movimiento, o más posibilidades de sufrir una trombosis. A nivel digestivo, pueden presentar estreñimiento, y a nivel urinario las infecciones urinarias cobran una gran importancia. Por último no podemos olvidar decir que al deterioro físico de las personas con discapacidad se suman la dependencia, la soledad, la depresión y la disminución de la autoestima.
Pero sin embargo, lo que más nos preocupa a los profesionales sanitarios, debido al alto porcentaje de incidencia en las personas con discapacidad, son las úlceras por presión, éstas reducen considerablemente la calidad de vida del paciente, empeora su pronóstico y aumenta la estancia hospitalaria, debido en gran medida, a la dificultad para su tratamiento efectivo una vez establecidas, a las graves complicaciones que originan y a su alta mortalidad.
Por ello una de las funciones más importantes en la atención a personas con discapacidad es la prevención de este trastorno, la cual se aplica tanto en pacientes con riesgo de padecer úlceras por presión como en pacientes que ya las tienen. Su objetivo es evitar la aparición de úlceras, así como fomentar la cicatrización de las existentes. Todos los miembros del equipo asistencial, así como la familia, deben estar implicados en este plan de cuidados preventivos, el cual deberá ser individualizado y se tendrán en cuenta las 24 horas del día. No obstante, como norma general se tendrán en cuenta como principales cuidados preventivos: eliminar o disminuir la presión y el tiempo de presión, eliminar la fricción o el arrastre, mantener en buen estado la piel y vigilar el estado nutricional del paciente.
En conclusión, por diversas circunstancias comentadas anteriormente, el ser humano puede verse obligado a permanecer en cama de forma temporal o permanente, perdiendo toda o parte de su autonomía y precisando que otras personas le ayuden a realizar sus necesidades. Este estado de reposo, comporta importantes riesgos y graves complicaciones. Por ello, podemos afirmar que la inmovilidad es uno de los principales problemas de salud del ser humano. Siendo las úlceras por presión hoy en día una de las repercusiones más importantes derivadas de esta inmovilidad. El 95% de úlceras son evitables, pero para ello es importante disponer estrategias de educación y prevención que deberán ser llevadas por todo el equipo asistencial.
Andrea Aguilar